Aunque parezca paradójico, lo más significativo de las coyunturas que condensaron la crisis de gobernabilidad de las reformas y los intentos golpistas del 4 de febrero y del 27 de noviembre de 1992, fue lo que no lograron: la quiebra de la democracia. El régimen democrático continuó, gracias a una comunidad plural, consciente de la necesidad de preservar sus reglas políticas y de mejorar su funcionamiento, en la seguridad de que cualquier régimen distinto sería nefasto. Una comunidad de valores y de aspiraciones conformada por todos los sectores, Fuerzas Armadas, Iglesia, partidos políticos, empresarios, intelectuales, hizo causa común para crear un dique de contención a las intentonas golpistas. De esta forma se demostró que el pacto democrático de 1958, en sus fundamentos, aún funcionaba, a pesar de la conflictividad social y política. Venezuela vio conmocionado su régimen democrático, pero sus bases estabilizadoras seguían firmes en medio de todas las situaciones críticas.
Andrés Stambouli